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Los Duros Del Genero
Los Duros Del Genero

Bad Bunny habla sobre sexo, las redes sociales y Kendall Jenner

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Son las 12:10 de la tarde en el histórico barrio de Miramar, en San Juan de Puerto Rico, y Benito Antonio Martínez Ocasio apenas se esconde en un bar clandestino de color coral, justo detrás de una cocina fantasma, ambos situados en una calle que serpentea hasta la playa. La camaleónica supernova del reguetón conocida como Bad Bunny me espera sentado en una mesa esquinera ante un creciente festín de nudos de pan de ajo, albóndigas y dos pizzas aún sin tocar, una hawaiana y otra de pepperoni.

Por una vez no está haciendo nada, me dice el artista de 29 años con su alegre barítono. “Ha sido mi día más tranquilo, sin nada que hacer”. Este último viaje a casa ha sido un capricho. “Llegó el verano, salieron un par de canciones de reguetón y dije ‘me largo. Me voy a Puerto Rico, como un vagabundo”.

Martínez había anunciado que se tomaría un año de descanso tras cimentar su carrera como uno de los artistas más deliciosamente prolíficos en activo, una auténtica fuerza motriz entre cuyos logros superlativos se encuentra el haber sido nominado al Grammy al mejor disco del año, superar en número de reproducciones en Spotify a Beyoncé o Taylor Swift en 2022 y tener a sus espaldas El Último Tour del Mundo, la gira más exitosa nunca llevada a cabo por un artista latino, que sentaba sus bases en los nada menos que tres álbumes que sacó en 2020 mientras el resto de nosotros nos dedicábamos a hornear pan.

Tras su última parada, Martínez sacó otro disco: el fenómeno (y obsesión) cultural y de la crítica que ha sido Un Verano Sin Ti, una fiesta playera cargada de sexo con un toque de resistencia política.

Acto seguido, se embarcó en una segunda gira en 2022, The World’s Hottest, con la que hizo añicos el récord de Ed Sheeran de la gira con mayor recaudación (si bien es posible que tanto Taylor Swift como Beyoncé los superen a ambos este año). Y después fue cabeza de cartel en Coachella. El primer cabeza de cartel latino del festival. Mientras todo esto sucedía, en algún momento apareció Kendall Jenner en su vida.

Y este otoño lanzará un nuevo álbum, un tema sobre el que tanto Martínez —todo un maestro de las revelaciones sorpresa— como su publicista insisten en evitar tratar.

Dicho lanzamiento es el subtexto de nuestra entrevista, pero el artista, que por el momento ha demostrado que es más probable que lo saque a medianoche en plena Acción de Gracias o plante las semillas de nuestra curiosidad mediante un falso anuncio de Bugatti, sigue reticente con respecto a confirmar su mera existencia. 

Cuando le felicito por su próximo disco me responde, impávido: “¿Quién te ha dicho eso?”. Ha estado experimentando con un nuevo estilo musical en Puerto Rico y en Los Ángeles. “Estoy jugueteando y pasándolo bien, soltándome. Me inspira mucha de la música de los años 70” —abarcando diversos géneros, tanto en español como en inglés—“pero no estoy seguro de cómo moldeará mi música, si lo hará de manera generalizada o únicamente en una canción”.

Una cosa sí que promete: “Es imposible que el álbum que salga después de Un Verano Sin Ti suene como él. No, jamás de los jamases. Siempre estoy buscando la manera de hacer algo nuevo!". Y, sin embargo, dice haber sabido que Un Verano Sin Tisería su mayor éxito hasta el momento.

“¿Cómo lo supo?”, pregunto.

“Porque lo sé todo”, es su pícara respuesta.

El quinto álbum de estudio de Bad Bunny es potencialmente el más personal hasta el momento. “Ahora más que nunca me siento más seguro hablando sobre lo que pienso, lo que siento y cómo lo vivo a través de mi música”, sostiene.

No obstante, en este lunes de julio de pura humedad tropical, seguimos estando en lo que él califica como su año de relajación. “Me he comido como 70 croquetas”, me dice en español mientras siguen llegando más platos a la mesa.

Lleva días usando el mismo atuendo —un polo de rayas, unos shorts anti-humedad y unas chanclas mullidas, todo ello en diferentes tonos mantequilla, cercanos al beige—. Su maraña de rizos está coronada por una gorra al revés. Tiene dedos de pianista, lleva la barba recortada y los dientes relucientes. Las únicas pistas sutiles del hecho de que es una superestrella (más allá de que mi taxista me acaba de declarar su extrema fidelidad hacia él) son unos pocos diamantes aquí y allá, también en lo que parece ser la esfera de un reloj de Chanel de mujer en su muñeca. Llama la atención la ausencia de su característico septum; dice querer hacer un cambio para estar más relajado. Últimamente ni siquiera ha hecho ejercicio.

“Es demasiado y puede tener un impacto en tu salud mental”, contesta cuando le pregunto sobre su bienestar. “Hay días en los que me siento fuerte y poderoso”, dice, pero también “hay días en los que siento que no puedo controlar mi propia vida, ¿sabes lo que quiero decir?”

Antes de que Bad Bunny fue Bad Bunny, en realidad el “Conejo Malo” era un conejito muy bueno: corista en la iglesia católica en la que su madre, Lysaeurie Ocasio, servía como devota feligresa. “Supe que era el mejor en el coro y trabajé más que nadie”, dice riendo, a pesar de no estar bromeando. Hacía calor en la iglesia y era aburrida, pero aquello le sirvió para afirmar su pasión por la música a muy temprana edad. Aunque ahora sea popularmente conocido por sus rimas en staccato, a nada que se escucha su discografía con atención se descubre lo amplio y seguro de su rango vocal. Incluso los aparentemente improvisados “ey” que interrumpen sus canciones están repletos de pathos.

La historia de sus orígenes trae un toque de divinidad consigo, pero Martínez ya no va a misa. “Dios está en todas partes, ¿así que por qué tengo que ir a misa?”

 

Martínez fue un niño imaginativo. Benito Antonio, hijo de Ocasio, profesora, y Tito Martínez, camionero, evitaba los deportes y prefería jugar a la lucha libre con sus figuras de acción. Sus hermanos pequeños, Bernie y Bysael, tramaban historias para cada juguete. “Soy una persona a la que siempre le ha gustado vivir en su propio mundo”, afirma. La lucha libre cautivó a los tres hermanos, y quizás explique que, incluso hoy en día, Martínez no se considere a sí mismo excesivamente prestigioso como para practicar el pluriempleo como estrella de la WWE, golpeando aparentemente a Mike “The Miz” Mizanin con una guitarra en Wrestlemania. “Me gustó todo, la creatividad, los personajes, el hecho de que cada luchador tenga su propia canción de introducción, como una banda sonora que te identifica”, explica. También la ropa. Esos calzones en colores neón y cinturones con adornos sentaron las bases de su ascenso a los escalones de la Met Gala, ya fuera con un vestido de Burberry o con un traje de Jacquemus con la espalda descubierta, con su capa de rosas blancas limpiando la alfombra roja.m “Benito era el payaso de la clase. Siempre fue un niño muy inteligente, también. Divertidísimo y sin pelos en la lengua” asegura Jomar Dávila, su fotógrafo personal y amigo desde los 11 años.

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